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Aportes de Patricia Landolfi

Prosigo la meta.

 

 

Esta frase es estimulante.  No se detiene.  No piensa en los obstáculos.  En las pérdidas.  En los sufrimientos.  Piensa en lo que está delante.  No se paraliza por miedo.  No le estorba la traición.  Ni mucho menos los fracasos.  Esta frase es parte de una carta de Pablo a Filipos, luego de cárceles, persecuciones, traiciones, detenciones, hambre, desnudez.  Nada detenía a Pablo en el camino a Cristo.  El no era el centro.  Su centro era Cristo, y seguirlo hasta el fin era su propósito supremo.  A él le daba lo mismo, tener libertad, como estar en prisión.  A él solo le interesaba ser semejante a Cristo.  En el capítulo 3, de Filipenses,  versículo 14: prosigo a la meta, el premio del Supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesus.

Es importante señalar que la vida de Pablo, luego de su conversión, estuvo llena de adversidades, tribulaciones, incluso un aguijón de la carne, el cual, había sido dejado por el Padre según sus mismas palabras: 2 Corintios, capitulo 12 versículos 8 y 9: respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mi.  Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.

Viendo de nuestro punto de vista carnal, podríamos pensar que Pablo pudo haber reflexionado así: ¿Pero,   como va hacer esto?  Yo, servidor tuyo, que vivo predicando el Evangelio, atendiendo tu pueblo, pasando necesidades, afrentas, pleitos, amenazas, curando enfermos, echando fuera demonios, no puedes sanarme?.  Más aun, no fue así como Pablo reflexionó, sino que con estas palabras, asumió el aguijón como la debilidad que lo acercaba al Señor y concluía con estas hermosas palabras de aceptación y gozo en medio de la prueba:  Por tanto de buena gana me gloriare, más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

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