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Aportes de Patricia Landolfi

Y el angelito le pregunto a Dios...

“¿Y el angelito le pregunto a Dios, segundos antes de nacer, y como llamare a ese ángel que estará cuidándome y mimándome como dices?  Sencillamente, llámale mama” anónimo.

 

Es así.  A cada ser humano, en el mismo instante de su gestación, tiene reservado un ángel protector que lo guiara por las sendas del amor.  Un ser que se desvivirá por su cuidado, estará velando al borde de la cuna cuando tema por una calentura, por un espasmo estomacal, o simplemente para contemplar su rostro como suspira en los confines de los sueños. 

Cuando Dios, me regalo como en un cuento de hadas la gran virtud de la maternidad, cuando me obsequio el mas preciado de los regalos de la vida, darle vida a un ser en mis entrañas, cuando por ventura, tuve el inmenso privilegio de la maternidad, entendí tantas cosas.

Entendí por ejemplo las noches en las cuales, veía a mi madre en medio de la noche, largas horas a mi lado, sin expresar cansancio, ni sueño, ni hambre, ni sed, solo expresando en su rostro el color inagotable del amor.

Entendí además, con mas realismo, el dolor que la vi sentir cuando su mundo se torno al revés.  Cuando por cosas inesperadas del destino, estuvo sentenciada a escuchar un diagnostico aterrador para su primogénito.  

Entendí, las noches que lloraba en silencio, cuando solo las sombras de la noche la arropaban, y solo encontraba consuelo en las tibias lagrimas que corrían deprisa, pues aguardaban muchas mas que tenían que salir.

Entendí con mas claridad cuando en vez de adentrarse en su dolor, dejo de lado todo para ir en busca de un diagnostico mejor para su hijo.  Agarrada a una fe inquebrantable, de la mano del Creador, hizo lo imposible para lograr una mejoría, alguna esperanza en la búsqueda de una brecha donde pudiese mi hermano sentir en su vida, los hermosos rayos de la esperanza.

Entendí como, en situaciones completamente adversas, cuando la oscuridad cubría todas nuestras vidas, salimos adelante, cuando muchas familias, con muchas menos ráfagas de vientos, sucumben, nosotros salimos fortalecidos.  Porque ella no se dio por vencida, aun mas sigue luchando hoy, aun cuando tiene lagrimas que brotan a prisa, pues quizás tenga muchas en fila para salir.

Entendí, la extraordinaria fuerza interior que viene del cordón umbilical, entendí cuan duele un rasguño, una lagrima, un tormento que tenga un hijo.

Porque, Dios, como es perfecto, hizo la maternidad para que velemos por esos seres hasta el fin de nuestros días, aun cuando la lucha sea fuerte, aun cuando en nuestro rostro como en el de mi madre, se apresuren diariamente, lagrimas a salir, aun cuando nuestro cuerpo cansado, nuestras fuerzas amilanadas, nuestro corazón lacerado como el de mi madre, encontremos fuerzas para seguir luchando, y cuando esos ojos busquen la mirada materna, encuentren esa sonrisa hermosa que refleja el milagro de amor de la maternidad.

Madre querida, que maravilloso ejemplo eres de ser una madre extraordinaria.

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