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Aportes de Patricia Landolfi

Pues aunque no florezca la higuera, ni den las viñas uva en adelante….

Mis aportes

Pues aunque no florezca la higuera, ni den las viñas uva en adelante….

 

…”Aunque falte el producto del olivo y se niegue la tierra a darnos pan; aunque no tenga ovejas  el corral y se queden sin bueyes los establos; yo seguiré alegrándome en Yahvé, lleno de gozo en Dios mi Salvador”  libro de Habacuc capitulo 3, versículo 17-18.

Que grandiosa fe la del Profeta Habacuc, que en medio de la carestía mas grande era capaz de seguir adorando, seguir amando a Dios sin reservas.  Sonriente, con la cabeza erguida sabía que Dios siempre estaría allí para socorrerlo. 

Los dominicanos tenemos el espíritu de acero del profeta Habacuc. No sucumbimos en medio de tormentas, carestías, necesidades.  Muy al contrario, en este trance de crisis vivimos con una gran sonrisa en los labios, dando gracias al Creador y encomendando los caminos al Todopoderoso. 

Habacuc se refleja en los ojos de David, un muchacho que limpia los cristales en la Ave. Sarasota, que con empeño y dedicación, sonríe mientras hace su trabajo.  David le falta el brazo y la pierna izquierdos.  Se maneja solo con sus extremidades derechas, pero no por eso deja de sonreír.  No por eso deja de  darte el servicio aunque le digas que no tienes que darle.  No por eso deja de decirte “Dios te bendiga”, al cambiar la luz del semáforo, no por eso deja de desearte buen dia, cuando termina de limpiarte los cristales.  Es que David, es un común Habacuc dominicano, que sabe que su gran Dios tiene control de todas las cosas y que nunca tendrá falta del bien mayor: el bien de la fe.

 David no espera compasión, bajo llovizna, muy dinámico hace su trabajo sin rostro de dolor, de miedo, o mucho menos de inconformidad.  David sabe que todo en la vida tiene su recompensa.

Así como David hay miles de dominicanos que profesan la fe de David, una fe que sobrepasa todo entendimiento. Ellos no tienen miedo de su porvenir.  Están las madres solteras que trabajan de sol a sol para el sustento de sus hijos.  Ellas no tienen tiempo para expresar dolor.  Sencillamente sonríen pues en su corazón brilla el precioso don de la esperanza.  Saben que aunque la carestía se imponga tienen en su haber lo que necesitan para subsistir.  Alargan  los centavos, dividiéndolos como mejor pueden para que el pan siempre este para sus retoños.  Oran para que los caminos se le abran y puedan seguir disfrutando del más preciado regalo que el Todopoderoso nos ha entregado, la vida. 

Nuestro país esta lleno de hombres y mujeres llenos de fe como el Profeta Habacuc.  Siempre tienen a la mano la esperanza, el consuelo, el café calientito para los sueños, las tertulias llenas de entusiasmo en las aceras, y por encima de todo la sonrisa en los labios, con la oración esbozada en su pensamiento: “Yahvé, que es mi Señor, es mi fuerza el da a mis pies la agilidad de un ciervo y me hace caminar por las alturas” Habacuc, capitulo 3, versículo 19.

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